La calma se apodera del viento
en la espalda del lisiado,
surgiendo al unísono
terremotos de conciencia
y treboles marchitos
sobre un desnudo jardín
que clama con su desoída voz.
La calma golpeará siempre
allí donde más duele,
con las voces por verdades
y contra los nulos quereres
de las tristezas preferidas,
las que hierven en el engaño
del sujeto al predicado,
de la urna a lo estimado.
en la espalda del lisiado,
surgiendo al unísono
terremotos de conciencia
y treboles marchitos
sobre un desnudo jardín
que clama con su desoída voz.
La calma golpeará siempre
allí donde más duele,
con las voces por verdades
y contra los nulos quereres
de las tristezas preferidas,
las que hierven en el engaño
del sujeto al predicado,
de la urna a lo estimado.
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