En algún lugar leí
que eras la sílaba de la aurora,
la luz de la ceguera
y el pétalo en flor
de la quinta estación.
Y que en las calmas de ese ser
existía una tierra fértil,
la que estremece el paraíso
en el pálpito de mi cerebro.
Allí, eras la dueña
de un sueño en espera.
En algún lugar de este ser
sentí que eras la princesa
de todos mis castillos en el aire.
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