Entre los mares de su alcoba
se bañaba un rugido de luz
que volando el subsueño oscuro
predicava con la luz ajena.
Se mecian los tules grises
cómo parpados incoloros;
pero goteaban en los ventanales
las lágrimas cómo verdades,
mas no brillava al traslucir
la claridad de la certeza,
al no poderse, no se debe,
no ir pidiendo servir al dios
cuando se escoltara al diablo,
ni se puede regar el sudor
con el hombro de la no razón.
Entre los mares de su alcoba,
entre la siembra del hogar,
entre las raíces mojadas
con días de oro y plata fina,
con días de odio por dañina.
Se asomaron desde la gruta
las mordidas palabras, un tiempo,
presa del sueño de su vida,
de su vida presa del sueño.
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