Hoy he visto su amanecer
con toda mi real calma.
Atrás se quedó esa rabia
de calor, fuego, tormentas,
callosidad incrustada
para la enemistad humana.
Y con sus primeras luces,
vi nacer un nuevo día
desde mi Este más central,
sobre mi paz más real.
Y mientras se alborota,
he vivido el momento
como el fiel signo inequívoco
que volverá aquel mañana,
aderezado de calma.
Volverá sí, aquel mañana
de amor y fraternidad.
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