Ya no rompen las olas del viento amarradas en aquel pasado, pero lloran escarchadas las lágrimas en el cincel venerado de tu puerto.
Ya no sufren los precios de la ignorancia, ni de aquel qué dirán, pero crujen heridas y sílabadas presas de razón las hermanas de los sentimientos.
Ya no llora, no sangra,
ya no roza, no goza el sendero que destroza mi tejado azulado con estrellas algodoneras.
Ya no parpadea el suspiro incomprendido de la culpabilidad en el polvoriento amarre de las tierras lejanas.
Ya no sufren los precios de la ignorancia, ni de aquel qué dirán, pero crujen heridas y sílabadas presas de razón las hermanas de los sentimientos.
Ya no llora, no sangra,
ya no roza, no goza el sendero que destroza mi tejado azulado con estrellas algodoneras.
Ya no parpadea el suspiro incomprendido de la culpabilidad en el polvoriento amarre de las tierras lejanas.
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