Enferma el aire
por el roce invisible
que pasea las distancias.
Ondea la negra bandera
asesina de sueños,
silueta de noches sin día
con las sombras inicuas
viles y solitarias.
Crujen los pechos
ante el dolor ajeno,
viajante inusual
mendigando una lengua
y con la fútil moneda
del último viaje.
Y al frente, en su orilla,
mirada brillo intenso
a los mandos del barquero,
capitán aires de luz
brillando en oscuridades.
Robando alientos de vida.
Muriendo cada minuto.
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