divendres, 6 d’abril del 2018

Dulces mares de canela

Dice el hijo del Sol y el viento 
que no quiso alcanzar la luz,
que sólo pudo ser el vehiculo
que palpó los claros poros en el discurso de la lluvia
y en su turbia mirada por entre los dulces mares de canela.

Dice, que en su endeble cuerda,
continuó suspendido por esos ondulados rizos
cómo el fruto de aquellos ojos castaños pardos
que anidaron en un campo de frescas rosas,
los que se balanceaban tras la mirada
sonriendo en el festín del baile de la razón.

Dice el hijo del viento
que murió frío en la cueva del tardío sueño,
aquel que fué secuestrado antes de nacer
con el que se esclavizó preso
cómo un frágil admirador ausente.

Dice, que ya pasaron los años
en la barrica del roble sueño
esperando sobrio un sorbo que explote la cata en la gloria del paladar.


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